Serie fotosOceanógrafos Sin Fronteras tiene que prestar la más seria atención a las consecuencias mundiales de la pasividad a las diversas señales que indican cambios en el entorno global y ponernos en acción de inmediato, en los planos internacional, nacional y local, para cambiar el rumbo de la civilización humana, antes de que los desastres vaticinados se conviertan en realidad.

La sostenibilidad es un compromiso ético relacionado con el modo de vida y es un conjunto de pautas fundamentales y de procedimiento sobre la gestión de nuestras actividades en la biosfera. Trata de la integridad ecológica, la seguridad económica, el bienestar social, la participación y la responsabilidad (Institute for Sustainable Communities 2000). Su contexto histórico es bien conocido y deriva de inquietudes locales, regionales, nacionales e internacionales por asuntos como la deforestación, la desertización de mares y océanos, por la globalización, el racionalismo económico y la distribución de los recursos, y por la salud, el bienestar y el sentido de comunidad.

En concreto, ciertos principios de sostenibilidad han sido ratificados en convenciones internacionales como Agenda 21 (Naciones Unidas 1992) o en estrategias nacionales para el desarrollo sostenible, como las formalizadas en Australia en el Acuerdo Intergubernamental sobre el Medioambiente de 1992. Estos principios son (i) integración, (ii) participación pública, (iii) equidad intra e intergeneracional, (iv) precaución, (v) mejora constante y (vi) mantenimiento de la diversidad [y nos referimos tanto a la diversidad cultural como a la diversidad biológica o geológica (Stratford and Davidson 2002)].

Los principios de sostenibilidad han sido respaldados por un amplio compromiso de décadas con el modelo de desarrollo sostenible de “triple objetivo”. Este modelo es el que analistas, políticos e intereses industriales y comunitarios han adoptado en términos retóricos, pero que han encontrado menos factible para su implementación en términos reales.