Preocupaciones Publicaciones Científicas
Objetivo de Oceanógrafos Sin Fronteras:
- Promover y hacer que el trabajo científico propio de investigación marina esté disponible en forma gratuita a todos los integrantes de la sociedad global mundial.
Los bibliotecarios científicos sienten inquietud. Están entre la espada de un aumento del número de publicaciones acompañado por una subida continua de los precios de las suscripciones y la pared de sus presupuestos víctimas de los recortes institucionales, así que lanzan una señal de alarma. Todo eso observando con interés las promesas del acceso libre (open access) y los cambios que supone en la difusión de los conocimientos.
Cerca de 16000 revistas científicas publican cada año aproximadamente 1,2 millones de artículos. Este mercado —hay que llamarlo así—, que alcanza, a escala mundial, una masa financiera que supera los 20000 millones de euros, es según muchos un mercado atípico. La materia prima, financiada por los presupuestos de investigación (públicos en su mayoría) de las instituciones académicas y científicas, es gratuita. Generalmente, los autores no reciben nada por sus contribuciones: es lo que en inglés se resume con la apelación author-free. Los usuarios finales —los científicos tomados individualmente— también leen las revistas de forma gratuita, ya que son las bibliotecas de sus instituciones las que pagan las suscripciones y financian de nuevo estas con los presupuestos globalmente disponibles para sus investigaciones.
Dentro del contexto de esta gratuidad alimentada en los dos extremos por sumas dedicadas por la sociedad a la ciencia, los productores (es decir, los editores, y en particular los más poderosos de ellos) representan el eslabón intermediario que gestiona y hace funcionar este sector. Responsables de la revisión paritaria (peer review), rinden un servicio indispensable en el plano del control de calidad y del valor de referencia de los datos científicos. Y realizan una misión especializada de difusión hacia los objetivos interesados, garantizando también la cobertura de las necesidades evolutivas de los conocimientos.
Pero además del hecho de que los editores saquen jugo a una materia que se les ofrece, se benefician de alguna forma de un mercado cautivo basado en una demanda inflexible. Para satisfacer nuestra misión ante los investigadores de nuestras instituciones, sólo podemos suscribirnos a un número de publicaciones ineludibles dentro de una gran variedad de disciplinas, destacan numerosos bibliotecarios universitarios. Es también un mercado cerrado y un poco selectivo, en el que el proceso de reconocimiento es largo y difícil, lo que no favorece la emergencia de nuevos editores.
El consenso sobre el funcionamiento de este mercado, que ha vivido sin problemas hasta hace unos treinta años, está deteriorándose. La revuelta parte de las bibliotecas. Estas, desbordadas por la multiplicación de las revistas (el número medio de títulos suscritos por las bibliotecas públicas del Reino Unido ha pasado de 4000 a 6500 títulos), también se han visto confrontadas a una subida continua de los precios de las suscripciones, estimada en un 10 % anual.
Dentro de un contexto general de gastos públicos para la investigación estancados, incluso en retroceso, esta subida de los precios se topa, al mismo tiempo, con una fuerte erosión de los presupuestos de las bibliotecas (estimada, por ejemplo, en cerca del 30 % en el Reino Unido). Por lo tanto, nos encontramos frente a un círculo vicioso —según ciertos economistas—. Los precios disuaden la demanda, cuyos recursos disminuyen. El mercado no reúne condiciones reales de competencia. Esta presión en las salidas para los editores (que forman, en el caso de los más importantes, un club bastante cerrado, encargado de gestionar una difusión de conocimientos cada vez mayores) tiene un efecto de “retroacción” que explica en parte la subida de los precios. En definitiva, la tensión en esta actividad acaba penalizando el propio funcionamiento de la ciencia.
Cuando se habla hoy en día de suscripción a títulos, se habla tanto de las revistas impresas como de su edición en línea, que una gran mayoría de editores han empezado ya a proporcionar. El acceso digital conlleva costos de transferencia, instalación y actualización de los programas, mantenimiento y archivo. A falta de normas establecidas, sus tarifas son más o menos equivalentes a las de los periódicos impresos.
Para hacer frente a las dificultades de las bibliotecas, los editores han instaurado la práctica ampliamente difundida de la suscripción a mejor precio por series de títulos (los bundles en inglés, también designados con la etiqueta Big deal. Esto nos permite también desempeñar nuestro papel para hacer frente al aumento permanente de la producción de artículos, que se ha multiplicado por dos en algunos años. Hoy en día, los precios de los bundles para las suscripciones a las revistas impresas o en línea no han evolucionado con la misma rapidez y se puede decir que los precios medios por revista en realidad están bajando.
Obligados a aceptar este tipo de trato por razones de ahorro, ciertos bibliotecarios estiman no obstante que pierden la libertad de la elección. El bundling no abarca necesariamente ciertas necesidades específicas de los investigadores de su institución. Absorbe una parte cada vez mayor de los presupuestos adquisitivos, obligándoles a anular otras suscripciones. Esto penaliza a los editores más pequeños, a veces importantes en su campo, que no pueden rivalizar en términos de negocio.
Los editores académicos esgrimen que sus beneficios —algunos consiguen muchos— no son distribuidos a los accionistas, sino que son reinvertidos en el sistema de investigación. Las casas privadas se preocupan sobre todo por garantizar una cobertura integral de las necesidades científicas equilibrando entre las revistas que ganan y las que pierden. Destacan que invierten en el desarrollo de la difusión creciente de los conocimientos a través de Internet, o albergan ciertas publicaciones sin ánimo de lucro (not for profit) de poca tirada que el mundo académico tiene dificultades en producir y en gestionar sin incurrir en pérdidas.
Pero la cuestión de la magnitud de los costos y de los márgenes usualmente practicados por los editores está planteada por la comunidad científica y empieza a estarlo por los proveedores de fondos públicos para la investigación. Aunque nadie cuestiona su utilidad, se hacen preguntas sobre su estrategia comercial y el aumento continuo de su precio, en particular en lo que concierne al acceso en línea. En este punto, el mundo de la edición científica está de hecho confrontado a la competencia del acceso libre y gratuito que tiene cada vez más apoyo en la comunidad de los investigadores.
Fuente: I+DT Europa